“La imaginería del Cyborg puede sugerir
una salida del laberinto de dualismos en el que hemos explicado nuestros
cuerpos y nuestras herramientas a nosotras mismas. No se trata del sueño
de un lenguaje común, sino de una poderosa e infiel heteroglosia.
Significa al mismo tiempo construir y destruir máquinas, identidades,
categorías, relaciones, historias del espacio. A pesar de que los
dos bailan juntos el baile en espiral, prefiero ser un cyborg que una diosa”.
Donna J. Haraway 1.
Teniendo en cuenta este experimentalismo del
cuerpo y del deseo en los años 90, la red y el net art se están
convirtiendo desde hace unos años, en un lugar privilegiado para
trabajar en estos problemas. En la red se hace posible el triunfo de las
apariencias. Se parte de la idea de que no se trata de exhibir un “cuerpo
real”, sino de representar más bien sus muchas posibilidades, todas
ellas ficcionales.
En un sentido amplio, tendríamos que hablar
del cyberfeminismo entendido como el espacio de posibilidades que se dan
para el pensamiento y el activismo feminista en la red. Y en la actualidad
se vislumbra como un contexto inevitable para analizar nuevas formas de
identidad y de deseo, y por lo tanto de seducción.
Como señala Teresa Senft “la cibernética,
como la sexualidad, es una condición impuesta, no un estilo de vida
que se escoge”. Opinión que continúa la conclusión
a la que llegó Donna Haraway en su famoso y pionero “Manifiesto
para Cyborgs” (1984): "a finales del siglo veinte, el cyborg es nuestra
ontología, nos da nuestra política". En tanto que a partir
del ahora, y cada vez más, la red está ahí y actúa
también como espacio de representación simbólica de
nuestro mundo, el feminismo parece obligado a alejarse de lo que se consideró
una actitud imprescindible -“la política del cuerpo de l'ecriture
feminine” recogiendo la fórmula de Luce Irigaray-, y acercarse a
la “instauración de la política cyborg de l'ecriture digital”2.
Este territorio de pensamiento, imágenes,
escritura, publicidad, comunicación,... en que se constituye la
red resulta entonces abiertamente “seductor” para la intervención
de las mujeres, pero sin duda también un gran reto y una gran responsabilidad3.
La pregunta, de nuevo, sería qué quieren las mujeres. Y de
qué mujeres estamos hablando.
Hay que señalar además que la red
se convierte en un espacio especialmente atractivo porque él mismo
se constituye como tal por el hecho de la intervención misma -es
el efecto que producen millones de actuaciones-. Y en este sentido para
muchas feministas la red permite desarrollar el lenguaje performativo -es
decir el tipo de lenguaje que ejecuta acciones según la clasificación
de tipos de lenguaje de J. L. Austin4.
Judith Butler en su libro Bodies That Matter5 relaciona
la construcción del género con la capacidad performativa
del lenguaje. Para llegar a la conclusión de que existen tres periodos
en la construcción del lenguaje, del género y de la identidad,
el periodo de identificación, el del rechazo, y finalmente el de
desidentificación -el componente más intrínsecamente
agresivo de todo el proceso-. Con lo que al tiempo que que hace una crítica
explícita de la política contemporánea sobre la identidad,
Butler parece estar sugiriendo que tanto los teóricos del feminismo
como los del movimiento gay alcanzarían mayores logros en el campo
de la política si buscasen entre sus filas aspectos de desidentificación
en vez de aspectos de identificación, ya que quizás sea posible
y mejor forjar una política de afinidades en vez de una política
de identidad.
Para el cyberfeminismo esta perspectiva de desidentificación
adquiere un carácter absolutamente revolucionario y subversivo.
Porque el trabajo en la red -construción de mundo, de lenguaje-
se funde con la producción de identidad -de género-. Y se
hace aún más potente la línea de investigación
y producción que desarrolla un impulso deconstructivo de los estereotipos
de la identidad, de la sexualidad, y del proceso de seducción en
tanto que él mismo es formador de identidad.
En el terreno más específico
del net art nos encontramos, además, con que la reflexion sobre
el cuerpo ocupa un espacio privilegiado, y por lo tanto la experimentación
en un “cuerpo sin órganos”, por excelencia, es suceptible de desarrollar
actualmente interesantes nuevas formas de seducción. En cualquier
caso, en esta colonización de un medio en principio ajeno a la mujer,
la producción de un cuerpo en la red por parte de las mujeres vuelve
de nuevo sobre el cuerpo femenino. Mencionaría, por ejemplo, Las
piezas de “Proyectos” -cuerpos femeninos de modelos de bikinis- de Vanessa
Beecroft, o los cuerpos femeninos construidos a través de estructuras
virtuales de medida de Tina Laporta -por ejemplo “Translate (...) Extression”6.
Es cierto que esta utilización por parte
de las mujeres del cuerpo propio no resulta innocua. Y de alguna manera,
dentro del proyecto de postfeminismo, y también del cyberfeminismo,
estaría el inscribir estas experiencias propias en la red. Como
decíamos antes: que la red fuera también testigo de nuestra
propia escritura digital, de nuestra propia escritura de la diferencia.
Pero todos sabemos que, como señalan Griselda
Pollock y Rozsika Parker, en su mostración del cuerpo propio la
artista enfrenta siempre la dificultad de desprenderlo de la mirada masculina,
de la forma en que ésta le ha tratado siempre como puro objeto:
“el cuerpo de la mujer, colonizado, apropiado, mistificado, definido por
la fantasía del hombre, esta figura es ahora reclamada en el arte
feminista, aunque es un proyecto difícil y equívoco. (...)
¿Cómo se diferencia esa representación de otra sexista?”7.
La diferencia, en principio, es que ellas son las que proponen, y las que
deciden. Sus representaciones surgen de la intención de subvertir,
no de imponer ni de dominar. Teniendo en cuenta que el cuerpo virtual que
habita la red no es más que una ficción a construir/deconstruir
¿no tiene la mujer cierta ventaja a la hora de territorializarlo?
Y ello toda vez que, como afirma Luce Irigaray, el cuerpo sin órganos
es la condición histórica de la mujer.
Creo, y esto es una hipótesis, que muchas
artistas contemporáneas -inscritas o no en lo que se llama postfeminismo,
heredero directo del feminismo de la diferencia- han elegido un camino
en el que no se trata de invertir solamente el poder de las subjetividades
y la organización del deseo -es decir, las estructuras de la seducción,
sino de reivindicar su derecho a un deseo propio, y a un acceso al orden
simbólico desde la libertad, no a través de la sumisión.
Las artistas están actuando dentro de este camino de seduccón
innovando, desmitificando, desajustando los roles establecidos para los
géneros.
Están haciendo herencia y memoria futura
de su propia experiencia -construcción performativa de la “norma”
diría Judith Butler- para disfrutar de la palabra por derecho propio,
para dar rienda suelta a su propio placer. Se trata de ser ciudadana del
mundo, y al mismo tiempo estar orgullosa del propio cuerpo.
En este contexto me parece oportuno el camino descrito
por Alessandra Bocchetti: “trabajar en los descartes”. Los descartes tienen
que ver con los silencios, con las no respuestas, con las defaillances.
“El descarte -escribe Bocchetti- no es jamás lo que se practica
según la razón, es lo que la razón no sabe y no quiere
saber. Frecuentemente el descarte es mudo. Escondido o evidente, yace aún
sin sentido. Sólo si a su vez se rellena, puede hacer avanzar hacia
nuevos sentidos es un espacio todavía vacío de conocimientos”
El goce es un territorio transgresivo de descarte
para las mujeres. “Es -continuando con la reflexión de Bocchetti-
el territorio más fecundo para una analisis de lo femenino como
diferencia, intentando hacer aflorar los valores que están allí
sumergidos, los sentidos diversos, otros, a los que ello alude”8. En el
lenguaje hay otro lenguaje, en el goce hay otro goce, en la seducción
hay otra seducción.
Escuchar, gozar, seducir,... parece un camino interesante
para estas artistas, que imaginan otra forma de acceso al deseo. Bocchetti
señalaba que “la creatividad es fuente de resistencia para las mujeres”9.
Resistencia que no cierra un problema, sino que al contrario, lo abre,
pone en juego experiencias nuevas.
Creo que en estas últimas décadas
no sólo se está deconstruyendo un imaginario dado desde siempre
por bueno, sino que se proyectan experiencias silenciadas. Confío
-siempre desde el escepticismo y desde la lentitud de la historia- en que
esa “escritura” de otras estrategias de seducción configure un nuevo
orden del discurso en que la política de “desidentidad” nos libere
y nos descubra itinerarios nuevos y más fructíferos hacia
la palabra y el deseo.
Notas
1. Donna Haraway (1984), “Manifiesto para Cyborgs”,
en Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza (1991),
Cátedra, Madrid, 1995, p. 311.
2. Theresa M. Senft, “Interpretar el cuerpo digital
-una historia de fantasmas”, trad. cast. en “estudios
online sobre arte y mujer”.
3. Faith Wilding and Critical Art Ensemble, “Notes
on the Political Condition of Cyberfeminism”, trad.
cast. en “estudios online sobre arte y mujer”.
4. La noción de lo performativo surge por
primera vez en la obra del filósofo del lenguaje J.L. Austin, que
sugirió que existen dos tipos de lenguaje: el descriptivo (o constativo)
y el performativo. El performativo es el lenguaje que ejecuta acciones
("Que se haga la luz"); verifica afirmaciones ("Es cierto, ha muerto");
y hace realidad una promesa (el "sí quiero" de las bodas).
5. Judith Butler, Bodies That Matter: On the Discursive
Limits of "Sex", Routledge, Nueva York, 1993.
6. Obras recogidas en los “estudios
online sobre arte y mujer”.
7. Griselda Pollock y Rozsika Parker, «Strategies
of Feminism. Introduction», Framing Feminism. Art and the Women's
Movement 1970-1985, Pandora, Londres, 1987, p. 261.
8. Alessandra Bocchetti (1995), Lo que quiere
una mujer, Cátedra, Madrid, 1996 p. 54.
9. Ibidem., p. 56. |