Hacia L'Ecriture Digital
Para mí todo tiene que ver con fantasmas.
Mis motivos tienen la forma de una muñeca delgada y azulada, de
un goteo intravenoso, de un bigote provocado por esteroides. Si dejo de
teclear en mi ordenador, y me pongo a escuchar, todavía la puedo
oír: Ahora está intentando negociar una inestable tregua
con un tubo de oxígeno; el que habita su garganta desde la tercera
operación de neurocirugía a la que fue sometida. Veo el pánico
que se refleja en su cara. Intento que no se me note el pánico en
la voz. Coopera con la máquina, le digo. Te está salvando
la vida. Qué extraño, aún después de que mi
madre se restableciera lo suficiente como para no necesitar el respirador
artificial, el sonido de la máquina seguía habitando mi memoria.
Mi madre murió hace dos años. No es coincidencia que por
aquella época empezara yo a escribir de forma obsesiva sobre Internet,
sobre las actuaciones de los cuerpos digitales dentro de ella y sobre las
historias de fantasmas que cuentan esos cuerpos.
Gran parte de esta edición especial de
Women & Performance está constituida por narraciones
en las que sus autores intentan encontrar los vínculos que unen
Internet, el feminismo actual y las teorías de actuación
e interpretación. Hay quien dice que, "una feminista siempre pregunta
quién narra la historia, qué es exactamente lo que se está
contando". Desde luego, se puede resumir gran parte del feminismo contemporáneo
como una extensa representación de cuentacuentos, como una lucha
continua contra los códigos que han regido la narrativa y que sentenciado
sobre la mujer: "las cosas siempre fueron así". En la década
de los 70, cansadas de la forma en que las historias que constituían
su vida estaban siendo narradas a partes iguales por la medicina, el psicoanálisis
y la sexología, las feministas europeas instaron a las mujeres a
producir sus propias narrativas y a contar sus propias "verdades corpóreas
de la femineidad". Textos proféticos, como la obra de Luce Irigaray
Speculum -de l'autre Femmeno eran tan solo críticas incisivas
de los sistemas de Freud y de Hegel, también nos ofrecían
una forma femenina y corpórea de escribir, a la que se llamó
l'ecriture feminine.
Sin embargo, han pasado más
de veinte años, y las feministas están en un aprieto al darse
cuenta de que es casi imposible escribir la verdad sobre el cuerpo femenino
cuando hay una dramática falta de consenso sobre lo que verdaderamente
constituye un "cuerpo". Cada vez que alguien sugiere la necesidad de que
regresemos a un cuerpo más natural, a un cuerpo "animal", una crítica
como Gayatri Spivak sale al paso de tal sugerencia afirmando que ese tipo
de deseo tiene su origen en las fantasías de la burguesía
blanca. Si eres una mujer de color, es muy probable que tu cuerpo "natural"
femenino ya esté siendo equiparado a lo "animal". Dependiendo de
tu posición dentro del sistema económico mundial, tu cuerpo
"natural" puede estar siendo privado incluso de los más básicos
derechos humanos y adquirir importancia sólo por ser el de una prostituta
cautiva, el de una trabajadora esclava del sueldo en una fábrica
inhumana de microchips, o por formar parte del reparto de un nuevo escándalo
político1. Por si alguien aún
no se ha enterado, el cuerpo natural no sólo está en peligro
"allí", en lugares remotos: en los Estados Unidos, como indican
los activistas homosexuales radicales, los mismos políticos que
critican el aborto arguyendo que es "antinatural" niegan a las lesbianas
el derecho a ser madres. Los ideólogos de la causa gay se preguntan
qué piensan las feministas que van a conseguir idolatrando el cuerpo
como mecanismo reproductor centrado en el útero y defendiéndolo
como la forma "auténtica y natural" de la mujer, cuando ese mismo
cuerpo se vuelve una y otra vez en su contra.
Las feministas francesas consideran que ni siquiera
el espéculo, ese instrumento ginecológico que Irigaray reclamaba
para la mujer en su famosa obra, es un símbolo apropiado para describir
la lucha contra el falocentrismo ni una metáfora útil para
escribir sobre la "representación" de la femineidad. En nuestros
tiempos, los resultados de los laboratorios se respetan más que
los obtenidos en la consulta de un médico, y la investigación
y los hallazgos en el campo de la clonación, de la genética
y las ecografías de alta definición han tomado el relevo
de las antiguas técnicas manuales como el uso del espéculo.
Las antiguas disciplinas académicas nos ayudan a reflexionar sobre
esta nueva forma de vida, pero sólo hasta cierto punto. Como sugiere
Sharon Lehrer, Freud no podría haber imaginado un mundo en el que
el útero de la mujer se representa como un mapa Xerox de cromosomas,
y donde las imágenes digitales son, en cierto modo, más "verdaderas"
que la experiencia física.
Es más, las tecnologías de uso personal
se han convertido en estrategias políticas, a medida que la cibernética
-la tecnología de la comunicación- determina lo que constituye
un cuerpo legítimo en todo el mundo. En China (donde el número
de hombres supera al de mujeres en una proporción de 10 a 1) y en
algunas zonas de la India, se están utilizando técnicas reproductivas
de importación para determinar por adelantado el sexo del bebé
y así "controlar" el nacimiento. En los Estados Unidos, el Departamento
de Inmigración, ante la presión para encontrar métodos
más eficaces para expatriar cuerpos, está desarrollando la
aplicación de programas de inteligencia artificial que recopilarán
todos los historiales de inmigrantes, en su día redactados por funcionarios
con exceso de trabajo, y decidirán luego quién es "ilegal"2.
Casi todos los escritores que han contribuido a
esta edición de Women & Performance opinan que la cibernética,
como la sexualidad, es una condición impuesta, no un estilo de vida
que se escoge. Están de acuerdo con la conclusión a la que
llega Donna Haraway de que "a finales del siglo veinte, el cyborg
es nuestra ontología, nos da nuestra política"3.
Si eres discapacitado, si usas aparatos sexuales, si utilizas un buzón
de voz, tienes dependencia de algún medicamento o has enviado recientemente
un mensaje de correo electrónico o tecleado un número en
el cajero automático de un banco, entonces también eres un
cyborg, un organismo que contiene componentes orgánicos y
tecnológicos. Yo era una cyborg como lo fue mi madre. Aun
así, me da la impresión de que declarar que somos todos cyborgs
es como decir que todos somos homosexuales, posiblemente sea cierto: pero
¿qué significa? ¿Quienes somos, exactamente,"nosotros"
y qué política nos da el cyborg?
Dejando a un lado las proclamas finiseculares,
los cyborgs, como las lesbianas, siempre han estado entre
nosotros. Como afirma la pensadora ciega dedicada a Internet, Mia Lipner,
"Steven Hawking es más parecido a un cyborg de lo que la
mayoría de personas que están en el entorno de Haraway suelen
pensar". Estoy de acuerdo. Se podría decir que, si la cibernética
es la teoría, la discapacidad es la práctica... eso sí,
siempre que se diga con ironía. La historia de la eugenesia demuestra
lo resbaladiza que puede ser la etiqueta "discapacidad". Hemos incluido
en esta edición de Women & Performance una cinta de audio
que contiene un extracto de Requiem Digitatem, la obra de Mia Lipner.
Al escucharlo, es muy posible que la experiencia de oír la lectura
de textos computerizados resulte algo desconcertante. ¿Eres "discapacitado"
por no haber oído nunca Internet? ¿Es Lipner "discapacitada"
por no poder verla?
Antes sabíamos (o creíamos saber)
quiénes tenían cuerpos capaces, qué funcionaba sólo
con la ayuda de máquinas y qué historias eran "verdaderas".
Ya no podemos estar seguros. Una vez nos preguntamos, como Philip K. Dick,
si los androides sueñan con ovejas eléctricas. Ahora nos
preguntamos lo mismo que Barbara Browning: ¿deberían los
cyborgs preocuparse del sida? ¿Puedo contagiarme de un virus
informático si practico el cibersexo? ¿Tengo responsabilidades
políticas hacia la comunidad en línea a la que pertenezco?
Puede que me sienta bien, pero ¿qué es más importante,
cómo me siento o un tumor que se refleja en los resultados de mi
prueba de resonancia magnética?
Los escritores de este número han estado
influídos a distintos niveles por el ensayo escrito por Donna Haraway
en 1984, "Manifesto for Cyborgs"4, y en cierto
modo, esta antología toma el relevo donde lo dejó el Manifesto,
añadiendo nuevas perspectivas: narrativa en primera persona, teorías
desde la perspectiva del activismo gay, crítica postcolonial y una
considerable experiencia cantidad de experiencia en línea, entre
otras cosas. Ya no nos interesa escribir la verdad sobre el cuerpo. Ahora
repetimos la pregunta que formulaba Judith Butler: "¿Qué
cuerpos adquieren importancia y por qué?" Butler insiste en que,
al formular la pregunta, lo hace con dos significados en mente: Cómo
adquieren materialidad los cuerpos y cuál es su importancia. En
la medida en que esta recopilación de ensayos pretende analizar
estas cuestiones, nuestras historias se alejan de la política del
cuerpo de l'ecriture feminine y se acercan a la instauración
de la política cyborg de l'ecriture digital..
Alto rendimiento, en línea y fuera de
línea
"¿Qué es exactamente lo que se estudia
en el Departamento de Estudios de Interpretación y Arte Dramático
(Performance Studies)?" He pasado años intentando buscar
una respuesta a esa pregunta. Por supuesto el término inglés
performance (interpretación/actuación/rendimiento)
está repleto de significados y quiere decir distintas cosas en distintos
momentos. En teatro se utiliza para describir el acto de representar un
personaje. Algunos antropólogos han tomado el modelo dramático
y lo han trasplantado a situaciones no relacionadas con el teatro, por
ejemplo "la forma de actuación del yo en la vida diaria". Pero fuera
del mundo del teatro, este término inglés adquiere una serie
de significados diferentes, aunque relacionados. Al utilizar metodología
de la interpretación dramática para hablar sobre el sexo
y la tecnología, suelo hallar lo que considero conexiones profundas
y que me despiertan un sentimiento de humildad hacia mi trabajo.
Dentro del campo de la tecnología, la palabra
inglesa performance (rendimiento) generalmente hace referencia al
grado de eficiencia -por ejemplo, el motor rindió (performed)
de acuerdo con lo especificado-. En las comunicaciones "la informática
de alto rendimiento" (high performance computing) es el término
utilizado para describir el cambio que se ha producido en informática,
pasando de la utilización de grandes ordenadores principales con
procesos independientes a los "procesos paralelos". Utilizando un vocabulario
no técnico se podría decir que los procesos paralelos conectan
grandes redes de pequeños ordenadores con el fin de rentabilizar
y coordinar su potencia informática, y llevar a cabo tareas informáticas
complejas. La informática de alto rendimiento es especialmente útil
para la creación de modelos espaciales: mapas de Marte, ilustraciones
tridimensionales del cuerpo humano para el estudio de la Medicina, planos
de arquitectura para los urbanistas y mapas meteorológicos5.
Internet es, con diferencia, la aplicación
más conocida de la informática de alto rendimiento. La Red
funciona a través de mecanismos que son invisibles para la mayoría
de sus usuarios, que caen en el error de creer que se trata de una red
sin fronteras ni márgenes. Pero, como puede atestiguar cualquier
persona a la que le hayan pirateado su cuenta, la Red no es homogénea,
ni tampoco es una entidad material. De hecho, Internet no es una cosa en
absoluto, sino más bien el efecto que producen millones de
actuaciones (performances) llamadas "conmutación de paquetes".
Durante la conmutación de paquetes se envían mensajes a través
del módem de un ordenador a un "nodo de conmutación" donde
se dividen en unidades manejables. A su vez, estas unidades se envían
a su destino, donde se vuelve a recomponer el mensaje. En el proceso de
conmutación de paquetes es necesario que se lleven a cabo una serie
de cálculos telefónicos e informáticos simultáneamente
en distintas partes del mundo. El efecto de la conmutación de paquetes,
lo que llamamos Internet, es, por tanto, un conjunto de gestos y actos
cooperativos realizados por diversos sistemas informáticos y telefónicos.
La red actúa de manera distinta al teléfono, ya que éste
funciona en un circuito exclusivo. Existe una cosa llamada "teléfono",
pero no se puede decir que exista un lugar llamado Internet. La Red, como
lugar, tendría más bien categoría de alucinación
metafórica, aunque una alucinación de evidente utilidad:
una de las funciones de la informática de alto rendimiento es abrir
espacios donde antes no existía nada.
Para muchos pensadores feministas, el género,
como Internet, no es una entidad, sino el efecto actualizador de múltiples
cálculos. Para las feministas la palabra actuación adquiere
una nueva derivación cercana a la de "actualización": "la
elocución performativa". La elocución performativa surge
por primera vez en la obra del filósofo del lenguaje J.L. Austin,
que sugirió que existen dos tipos de lenguaje: el descriptivo (o
constativo) y el performativo. El performativo es el lenguaje que ejecuta
acciones ("Que se haga la luz"); verifica afirmaciones ("Jim, ha muerto");
y hace realidad una promesa (el "sí quiero" de las bodas). Lo que
fascinaba a Austin, y lo que constituye un reto para las feministas, es
la capacidad del lenguaje performativo para crear el mundo material, a
través tanto del gesto como de la palabra. Por ejemplo, no hay matrimonio
sin "sí quiero", del mismo modo que, al menos con fines legales
y médicos, no hay muerte sin algo que indique la ausencia de actividad
cardíaca o cerebral. Por decirlo de algún modo, la expresión
determina el significado. Como indica el trabajo de algunas activistas
feministas que realizan investigaciones en el campo de la medicina, la
afirmación "¡Es hermafrodita!" no se oye muy a menudo en las
salas de maternidad de los hospitales, no porque no nazcan bebés
hermafroditas, sino porque tal afirmación necesita ir acompañada
de una serie de decisiones quirúrgicas por parte del médico,
que se realizan "por el bien del niño"6.
Hacia el final de su célebre How to Do
Things With Words (publicado en español con el título
Cómo hacer cosas con palabras), Austin concluyó sugiriendo
algo ciertamente revolucionario para la época: todo lenguaje es
performativo, y lo material está unido a lingüístico.
Hoy en día, con la llegada del postestructuralismo, de la programación
informática y de la comunicación de masas, la idea no nos
parece tan revolucionaria. ¿De veras importa cuánto dinero
"real" tienes en el banco si tu cajero automático, una extensión
de la informatizada red bancaria nacional, decide que no tienes nada? Un
ejemplo particularmente pernicioso de los efectos materiales del lenguaje
performativo es la cláusula de los seguros médicos llamada
"condición preexistente". Otro ejemplo es el dicho que tanto le
gusta citar a mi amiga Jennifer: "Quizás tú no creas en la
distinción entre los géneros, pero el género sí
cree en ti". Se puede decir que el sexo existía antes que
la persona, al contrario que el cuerpo, el género no es algo material,
sino más bien el efecto performativo de lo que Judith Butler llama
"las practicas de cita reiterativas".
En su libro Bodies That Matter, Butler arguye
que "la capacidad performativa (del género) no debe entenderse como
resultado de un acto único o deliberado". La performatividad es,
más bien, un proceso que a grandes rasgos se podría describir
así: en primer lugar nuestra concepción del mundo se reformula
para convertirse en una serie de normas. Las normas son, hablando claro,
el resultado de la afirmación "Siempre fue así". Este resultado
se reproduce en los mecanismos del poder y del placer (derecho, medicina,
educación, lo erótico, la policía, etc.). Por su parte,
la reiteración continua, el "volver a decir" (la norma) dentro de
la cultura, provoca en el ser humano el fenómeno de identificación.
Este proceso se resume en la afirmación: según mi definición
de la condición humana, yo soy humano y tú eres humano, por
tanto tú y yo formamos una comunidad, es decir somos miembros de
la "raza humana". Al mismo tiempo, y según Butler, de forma absolutamente
necesaria para el proceso, se produce el fenómeno de rechazo. El
rechazo responde a la afirmación: "Aunque X tiene características
humanas, y por tanto es como yo soy, Y es inhumano, por tanto es distinto
de mí". El rechazo es el proceso mediante el cual el sujeto puede
decirse a sí mismo, "el ser humano siempre fue así", con
lo que se completa el ciclo que comenzó con la norma.
Por muy irónico que parezca, según
Butler, después del periodo de identificación y de rechazo,
viene un tercer gesto, el de desidentificación. Para Butler, la
desidentificación es el componente más intrínsecamente
agresivo del proceso de formación de identidad del sujeto. Esto
se debe a que la desidentificación no consiste en decir "yo soy
esto" ni tampoco en decir "yo no soy aquello", sino más bien, "creía
ser, y ya no creo". Dicho de otra manera, la desidentificación
desmiembra insistentemente los modelos de pensamiento binarios. A la par
que hace una crítica explícita de la política contemporánea
sobre la identidad, Butler parece estar sugiriendo que tanto los teóricos
del movimiento gay como los del feminismo alcanzarían mayores logros
en el campo de la política si buscasen entre sus filas aspectos
de desidentificación en vez de aspectos de identificación,
ya que quizás sea posible forjar una política de afinidades
en vez de una política de identidad mediante el proceso por el que
se llega a no creer.
Digital/Político/Hipotético
Barbara Browning, que sigue la pista de Butler
para alcanzar sus propios objetivos, argumenta en su ensayo "When Snow
Isn't White" que, en concreto, la política del cyborg puede
dotar a las feministas de dos poderosas herramientas para la creación
de una política de afinidades: las comunidades hipotéticas
y las identidades protésicas. Mediante un minucioso análisis
de la etimología de la palabra hipótesis, Barbara sugiere:
Una hipótesis es una propuesta que
surge de debajo de una premisa ya existente y afianzada sobre la
realidad, una alternativa imaginada que, de comprobarse que es verdadera,
podría pasar a formar parte de nuestra idea de lo que es la realidad,
como una aguja hipodérmica que se desliza bajo la piel.
Browning se burla de la angustiada obsesión
de los medios de comunicación hacia la imagen de agujas que se deslizan
bajo la piel, y escenifica una nueva lectura de la novela ciberpunk Snow
Crash preguntando "¿Puede un cyborg coger el sida?".
Su respuesta y su ensayo son un gesto dirigido hacia la formación
hipotética de comunidades, en línea y fuera de línea.
Algo que Browning indica y que yo desearía subrayar es el hecho
de que, para las feministas cyborg, las comunidades hipotéticas
no constituyen utopías.
En los últimos tiempos ha habido una tendencia
dentro de los textos sobre sociología hacia el ciberespacio, una
tendencia que sugiere que la vida en línea es el lugar ideal para
experimentar con las posibilidades de la formación de identidad
hipotética. Si me dieran un duro por cada papel que me envían
los entusiastas que declaran que participar en un MOO "acaba con la fronteras
que dividen los géneros" gracias a los "elementos de actuación
que lo constituyen", ya me habría convertido en el nuevo Bill Gates.
Esta forma de pensar, que mis amigos de la Red describen como "joder los
géneros", revela una gran ingenuidad por las siguientes razones:
primero, porque en ella se da por supuesto que sólo el cuerpo textual
que transmite la Red en línea es performativo, mientras que el cuerpo
físico que está al otro lado del terminal es estable. Segundo,
porque presenta esta forma de "joder los géneros" como una cuestión
de elección, como si el género fuera algo de quita y pon,
como una muda de ropa, y como si el género no te llevara puesto
a ti. En resumen, tanto en línea como fuera de línea
la identidad y el género constituyen complicadas actuaciones particularmente
inmunes al espíritu utópico.
En su ensayo "Changing the Subject", O'Brien se
apunta a la moda que vende el ciberespacio como una utopía sin división
de género y se pregunta: "Olvidándonos de fantasías,
¿qué flexibilidad tiene la institución del sexo? ¿Qué
probabilidades hay de que el ciberespacio se convierta en un lugar o e
una ocasión en la que la dicotomía tradicional de los género
se ramifique?" Cuando "jodemos los géneros" en línea ¿realmente
estamos cambiando el sujeto del ciberespacio?
Si yo, que soy biológicamente un hombre,
me conecto a línea de contactos utilizando el nombre "Calentorra",
me describo como una pelirroja de medidas "90-60-90" en busca de acción
dura, y ligo y me acuesto con alguien cuya descripción dice que
es "un joven negro y atlético que busca una mujer que me lo coma
entero", ¿de veras importa que yo sea en realidad un ejecutivo blanco
de mediana edad?
Puede que tú no creas en la distinción
entre los sexos, pero el sexo cree en ti. Lo mismo se puede decir acerca
de "salir del armario". O Brien objeta al anuncio que está leyendo
en el Advocate y que sentencia: "¡No hay armarios en el ciberespacio!".
Claro que hay armarios en el ciberespacio. Es más, dentro del discurso
tecnológico, el ciberespacio es en sí mismo un escondite,
por ello se creó la Communications Decency Act, una ley con la que
se pretende poco más que azuzar la histeria americana provocada
por la posibilidad de que los niños estén expuestos a pornografía
en Internet7.
O'Brien pregunta "¿puedo de verdad esperar
que [en la Red] se me trate como a todos los demás? ¿"Como
a todos los demás" no quiere decir "como a uno de los muchachos
(blancos)?". Este problema lo expone más claramente que nadie Yvette
Colon en sus comentarios acerca de los obstáculos a los que hay
que hacer frente para organizar una terapia de grupo en línea. Colon,
una portorriqueña que dice claramente lo que piensa, comenta:
Es muy fácil dar por sentado que todos
los participantes en una terapia de grupo en línea son americanos
blancos, heterosexuales, de clase media y con cuerpos sin discapacidades,
ya que entrar a formar parte de las comunidades en línea requiere
tiempo y dinero. Quienes no se pueden permitir estos dos lujos son marginados
una vez más.
Parece que parte del proceso de formación de
comunidades, sean hipotéticas o no, es esta dinámica de compromiso
y marginación. No debe resultar sorprendente que sea a través
de esta dinámica como hacen su aparición los armarios. Barbara
Browning nos ofrece una imagen de lo contrario, de la comunidad marginada
de pacientes de hospital, un escenario en el que las agujas ni son hipotéticas
ni se deslizan debajo de la piel con facilidad. Las venas de mi madre estaban
"en una situación comprometida" o así lo expresaron, y era
por eso por lo que todo dolía tanto. Decir que algo está
en una situación comprometida es algo irónico si se tiene
en cuenta que etimológicamente "compromiso" representa el lenguaje
performativo por excelencia, ya que comprometerse es el "acto de prometerse
mutuamente". Yo me pregunto ¿quién le hizo una promesa a
las venas de mi madre? Echando un vistazo a mi correspondencia con la transexual
Kaley Davis, se puede percibir lo que mi madre sabía: un compromiso
es algo que no quieres que alguien te haga. Aún así
parece que todo el mundo puede prometer excepto la persona comprometida.
De alguna manera, Kaley Davis es la trampa que
invalida vulnera el argumento de que en la Red "puedes ser cualquier cosa".
Algunas personas ven a Kaley como algo en perpetuo proceso de creación,
una identidad hipotética que intenta hacerse un lugar en una de
las escasas comunidades "seguras" que existen en el ciberespacio: WIT,
la conferencia organizada por ECHO sólo para mujeres, que es un
servicio en línea con base en Nueva York. Estoy segura de que Kaley
no se ve a sí misma así, del mismo modo que mi madre no pensaba
que era un caso ejemplar de metástasis anormal, digno de ser recogido
en un libro de texto, o una ayuda para la investigación en el Roswell
Cancer Institute. Estas cosas dependen en gran parte de tu perspectiva,
del espacio que ocupas. Por ejemplo, las mujeres de ECHO cuentan con una
semana entre el momento en que admiten a Kaley en WIT hasta el día
en que tiene acceso a la conferencia para leerla, tiempo en el que pueden
borrar cualquier correo que teman dejar a la vista de Kaley. Para muchas
mujeres, Kaley es una intrusa, si bien una intrusa necesaria. Lo que no
se dice en este compromiso es que Kaley puede considerar como una intromisión
las creencias anticuadas de muchas (nunca de todas) de las mujeres participantes
en WIT.
Como Kaley, Pamela Gilbert aprendió de la
forma más dura que tanto la comunidad como la identidad sólo
se otorgan a cambio de una intrusión en el espacio de cada sujeto.
Tras un año de estar sometida a vigilancia en línea, Pamela
Gilbert conoce de sobra el poder de la Red y el miedo que puede inspirar.
La Red no son "sólo palabras" (si es que
existe alguna cosa que sea o exclusivamente palabras o algo completamente
distinto de ellas) sino un entorno de acción social en el que los
sujetos son responsables de lo que afirman y de cómo actúan,
y en el que las acciones discursivas pueden desencadenar efectos materiales.
Como otros espacios sociales, no es un sitio seguro... El que estos espacios
sean discursivos en vez de materiales no hace que sean menos reales fenomenológicamente.
La "realidad fenomenológica" es, precisamente,
lo que se analiza en la obra de audio de Mia Lipner, Requiem Digitatem,
en la que describe la lucha de una comunidad en línea (la lista
de correo Future Culture) por superar la falsa amenaza de suicidio de uno
de sus miembros, tras la cual tuvieron que hacer frente a la muerte, causada
por problemas derivados de la diabetes, de uno de los corresponsales más
queridos, Michael Current. Lipner describe lo que sintió:
Para mí su muerte [de Michael Current]
fue muy real, pero de una forma muy extraña. Me eché a llorar
de veras cuando leí que había muerto. Me fui a dar un paseo
muy largo para refrescarme. Estaba en el trabajo y no podía sentarme
en mitad de la sala de ordenadores de la universidad y echarme a llorar.
Pensé: "No sé como enfrentarme a esto. No le conozco, ni
siquiera le asocio con una voz por teléfono, con unas cuantas palabras
intercambiadas".
En palabras de Lipner, "Cuando todos y todo está
representado por palabras en una pantalla, no hay forma de saber si las
cosas o las personas son, verdaderamente, lo que parecen." El argumento
de Lipner gira en torno a la idea de que el contexto es lo que cuenta cuando
hemos de decidir lo que es "real". Tanto en línea como fuera de
ella, la máxima de las agencias inmobiliarias demuestra ser cierta:
la ubicación lo es todo. Pero, como comentan Holly Willis y Mikki
Halpin, esto no es nada nuevo para los homosexuales:
A los homosexuales se les clasifica por su posición:
dentro o fuera, encima o debajo, alternativos o integrados. Hay distritos
gay, bares de tortilleras, locales de striptease y travestismo. Estos lugares
son escenario simultáneo para los problemas de la comunidad y los
del individuo. En estos espacios, como ya se ha repetido hasta la saciedad,
lo personal es equivalente a lo político.
Willis y Halpin documentan la obra en línea
de Barbara Hammer y Linda Dement en su crítica "When the Political
is Digital.", con el fin de descubrir qué es lo que se necesita
para delimitar el espacio de los homosexuales en el ciberespacio. Willis
y Halpin, por supuesto concluyen esta búsqueda indicando algo que
a mi amiga Jennifer le gusta siempre recalcar: todo arte es político,
incluso el arte digital, el corporativo, el fallido, el que nadie llega
a ver o el censurado. Sin embargo, decidir si lo político es equivalente
a la resistencia, o es simplemente transgresor, es otro tema. Esto es particularmente
cierto si el medio digital eclipsa el mensaje artístico.
En su ensayo "Metro on Ice Meets Ball and Cheang,"
Mocha Jean Herrup narra al estilo de la saga Spinal Tap la crónica
de sus aventuras multimedia con Shu Lea Cheangen, artista lesbiana, más
conocida por las obras que ha realizado abordando temas de racismo y sexualidad.
Su plan consiste en desarrollar una instalación de bolos en el ciberespacio
como medio para crear espacio para una comunidad en la Red. El proyecto
dispone de subvenciones generosas (lo patrocina el Walker Arts Center y
el lanzamiento será en América Online) hay esperanzas de
que, en principio, el sitio Bowling Aley se convierta en un medio artístico
para un grupo muy variado de artistas digitales.
[A Cheang] le interesa particularmente la idea de
que el espacio comunitario que representa la bolera es una metáfora
de la comunidad en el ciberespacio."De eso va Internet", declara. "Comunidad."
Creo que ya lo entiendo, o al menos suena alucinante: sitios múltiples,
jugadores alienígenas. Arte más allá del espacio.
Cuando por fin ve el sitio en "directo", el espectador
se siente decepcionado, ya que Bowling Alley no crea un espíritu
comunitario debido a las continuas sobrecargas: el refinamiento técnico
del sitio es tal que los ordenadores más baratos no pueden con él.
Herrup describe así el problema, "Los espectadores, cansados de
que la pantalla se les congele o de que las imágenes tarden infinitamente
en aparecer, se rinden". Herrup aclara que, irónicamente, mientras
esto sucede con los usuarios, entre los responsables de la creación
de la red sí se ha formado una comunidad artística y social.
En este sentido, la historia verídica de Herrup sobre los deleites
de la producción artística -un grupo de lesbianas creando,
coqueteando y comiendo juntas- constituye una burla amable de la idea existente
en el mundo posmoderno de que la información electrónica
sólo existe con fines de consumo. Puede que la Red no esté
distribuyendo productos de consumo por "todo el mundo" pero ni siquiera
una conexión de RDSI fallida evita que un puñado de tortilleras
digitales se citen en la fría frontera de Minnesota.
En su ensayo "El 'Espacio' del Ciberespacio", el
economista Harry Cleaver analiza de cerca la política de fronteras,
tanto en los espacios electrónicos como en otros, y nos ayuda a
explicar por qué tantos proyectos en línea que prometían
ser interesantes acaban siendo material para los expertos en tecnojuegos
y una plataforma para exhibir la riqueza de una corporación. Cleaver
sugiere que la metáfora de la frontera anima la explotación
por parte del capital corporativo.
Como otros espíritus libres, los pioneros
del ciberespacio pueden crear nuevos espacios para desarrollar sus propios
(muy sociales) intereses, como el placer, la política, etc.... El
capital corporativo intenta o bien limitar su espacio haciéndolo
comercial si es rentable, o bien destruirlos si parecen peligrosos.
Sin embargo, nos aconseja Cleaver, la frontera metafórica
existe porque no inspira a "la rendición sino a la resistencia".
Esto, argumenta Cleaver, es lo emocionante de cualquier frontera, y es
por lo que la metáfora sobrevive. Cleaver utiliza a los zapatistas
de México como ejemplo de una resistencia tal, narrando que durante
la crisis del peso en diciembre de 1994, algunos inversores del mercado
internacional intentaron comprar información privilegiada interna
sobre la situación política de México, pero su intento
fue rechazado por los poseedores de la información que también
estaban conectados a la Red:
Rechazaron las ofertas, de tal modo que la "frontera"
autónoma de resistencia y debate establecida por la alternativa
zapatista aun se mantiene. Si las personas que recibieron la oferta se
hubieran vendido, la autonomía de la actividad en la Red se habría
revelado como ilusoria, a medida que, poco a poco, la información
que circulaba por ella se hubiera ido encaminando a cubrir las necesidades
de los inversores en vez de las de la lucha contra ellos.
Es duro ser un miembro de la resistencia cyborg,
y sin embargo hay trabajos peores. Escritores como la colaboradora de Amnistía
Internacional Patti Whaley señalan el hecho de que dos tercios de
la población mundial nunca han hecho una llamada telefónica,
no digamos conectarse a Internet. Son los cuerpos inhumanos que aún
están en el armario y que mantienen la dinámica de la economía
de la comunicación en movimiento por todo el mundo. Pero los subalternos
no existen tan sólo "allá lejos". Emily Poler, asistente
social de sanidad en South Bronx critica la Communications Decency Act,
y pregunta: "Todos hemos visto y oído hablar sobre los llamados
bebés del crack, pero ¿qué hay de sus madres?" En
la habitación en la que estaba ingresada mi madre nos pasábamos
horas viendo la televisión, y nos hicimos expertas en las economías
de esclavitud que aparecían en línea en la CNN: víctimas
de violación anónimas de Bosnia, drogadictos sin glamour,
víctimas mitológicas de la pornografía infantil apuntalando
las ideas del gobierno sobre control de información. He de decir
que estoy de acuerdo con Poler cuando afirma que "crear una igualdad de
oportunidades a través de la magia de las telecomunicaciones es
tan poco probable como conseguir que el mundo sea un lugar más amable
con una Coca-Cola y una sonrisa".
Interpretar la identidad protésica
Por esa razón me seduce menos el argumento
de Browning a favor de la "comunidad de hipótesis" que su otra línea
de pensamiento, según la cual resulta más útil para
el feminismo contemporáneo ver la identidad como una prótesis.
Las prótesis son aparatos artificiales que reemplazan las partes
del cuerpo que faltan. Esto nos recuerda a la expresión "miembro
fantasma". Lo protésico, en cuanto que es un sustituto metonímico,
un garfio por una mano, un chip por el cerebro, un aparato de quita y pon
por el pene, es siempre una historia de fantasmas. Puede que mi madre y
yo seamos cyborgs, pero además, mi relación con la
química de su cerebro, con sus recuerdos, con su cuerpo es como
la relación que se establece con una prótesis. El lugar donde
desarrollo esta identidad protésica es mi comunidad hipotética
en el ciberespacio. Cuando mi madre murió, ¿a dónde
podía ir yo? Como lo expresa Matthew Ehrlich, caí en la Red,
la única cosa lo suficientemente fuerte como para aguantar la caída.
En su ensayo "Throes of Addiction," Alan Sondheim hace lo mismo:
Agarro con fuerza mi libro de notas, y salgo,
como habitualmente, a los doce grados bajo cero de temperatura para ir
a la cafetería de la zona para desayunar o almorzar después
de dormir espasmódicamente desde las cuatro en adelante. Es casi
mediodía y me abrazo al estuche de mi ordenador para mantenerlo
caliente, la batería está cargada (el último espécimen
de una especie en extinción, etc.)
Por supuesto la libreta de la que escribe Sondheim
es un ordenador Macintosh y la batería es de las antiguas de níquel.
Es difícil saber a qué se refiere Sondheim al hablar sobre
"una especie en extinción": ¿sobre su ordenador o sobre sí
mismo? Los diccionarios no especifican si las prótesis deben reemplazar
necesariamente un miembro de un cuerpo humano. Tampoco especifican
si una prótesis debe volver a transformar el cuerpo en lo que era
antes, o si crea una nueva unidad orgánica. Es más, aunque
la prótesis se ha convertido en un componente importante de la literatura
ciberpunk (recuerden a Molly en Neuromancer) no es, ni mucho menos,
la única provincia de la cultura digital. Las mujeres de mi edad
se acordarán del programa de televisión The Bionic Woman
y que se preguntaban: "¿Es una mujer, una máquina o ambas
cosas?"
Pero las prótesis no son tan sólo
figuras de ficción: Cuando a un niño se le trasplanta un
corazón de mono, ¿se le debe considerar como un mono, un
bebé humano o una mezcla de ambas especies? ¿Cómo
podemos estar seguros de saber cuál es la respuesta a estas preguntas?
La trama se va complicando, y los cuerpos van cambiando según la
perspectiva desde la que se miran y según qué parte de tu
identidad consideres que es una prótesis. Según la lógica
de la prótesis, un transexual es un cyborg al transformarse
de un sexo a otro, aunque, por otra parte, la mujer a quien se le ha practicado
un cambio de sexo vive una sexualidad prostética, el sexo es una
prótesis que uno puede ponerse pero no quitarse. Marcus Boon argumenta
que el teléfono, como la Red, es un fenómeno de prótesis
y sugiere que "cuando se critica el sexo por teléfono u otras formas
de cibersexo los argumentos que esgrimen ambos bandos siembre giran en
torno al problema de la prótesis".
Por ejemplo, (según uno de los argumentos)
el "sexo real" es orgánico ya que requiere un contacto físico
directo, mientras que el sexo telefónico depende de una prótesis,
y refleja una compensación tecnológica por una insuficiencia
orgánica, ya sea moral o fisiológica. Según esta lógica,
el sexo por teléfono es "malo" (porque es una actividad perezosa,
empobrecedora, egoísta, excesiva, irreal) o el sexo telefónico
es "bueno" (ya que proporciona una especie de "actividad alternativa" para
quienes no pueden practicar el "sexo real" por razones de salud).
Boon llama a estas distinciones entre sexo "real"
y "cibersexo" dicotomías falsas, y continúa su análisis
investigando las charlas telefónicas múltiples, ya que "ofrecen
un nivel de inmanencia mayor que el conseguido por otras tecnologías
de simulación, como los tablones de anuncios en línea u otros
ciberespacios" y porque revelan "las preferencias sexuales de las máquinas
en sí". Boon opina que las conversaciones telefónicas hacen
posible un "espacio de actuación cuidadosamente controlado en el
que los usuarios se presentan a sí mismos ante los otros" y también
comenta que la puesta en escena de esta función es, por lo menos,
igual de importante que los actores:
Detrás de los sementales con penes enormes
y de las nenas con vaginas empapadas, actúan enormes redes de comunicación
entre el ser humano y la máquina: redes de determinación
de precios y de facturación, la total expansión del sistema
telefónico, la descarga de "datos humanos" en una red de electrones
que crece continuamente, todos ellos coordinados por medio de ordenadores
y de su capacidad para modular el flujo de datos, lo que Deleuze llama
"el régimen de la silicona".
Boon insiste en que el "el encuentro que se produce
en las charlas está estructurado alrededor de una curiosa parodia
de la eficiencia de las corporaciones, con prestaciones que permiten acelerar
el proceso por medio de las descripciones de los usuarios y que evitan
que usuarios no deseados tengan acceso y hagan perder el tiempo a los demás,
con sistemas de aviso que permiten entablar comunicación inmediata
a los usuarios escogidos si están disponibles entre otros". De hecho,
argumenta, "las líneas dedicadas a charlas son una especie de telemarketing:
el tiempo es breve, hay que lanzar el mensaje, y hacerlo arrollador, gracioso,
ocurrente y sorprendentemente original. Hay que "ser creativo". Por ello,
opina Boon, el argumento sobre la prótesis se debe ver por lo menos
desde dos ángulos :
En vez de mostrar cómo el sexo por teléfono
y otros tipos de interacción virtual dan lugar a una sexualidad
que va más allá de "lo humano", podemos mostrar cómo
la economía que tiene como motor las telecomunicaciones globales
es más vorazmente libidinosa que la más ardiente de las charlas...
Las llamadas por teléfono celular en medio del Atlántico,
los ordenadores portátiles que funcionan mediante energía
solar, los aparatos de fax en la selva, las relaciones de valores de bolsa
en línea 24 horas: ahí fuera se está celebrando toda
una orgía.
"¿Te ha gustado tanto como a mí?" pregunta
Matt Ehrlich tras su orgía privada con un compañero que,
sospecha, puede ser un programa de Inteligencia Artificial. En su ensayo,
"Turing, My Love", Ehlrich confiesa:
Me aterra la posibilidad de que me respondas "no".
Que me lo digas para hacerme creer que en realidad no hemos estado follando,
sino practicando sexo meramente virtual. Dios, debes pensar que soy un
neurótico soltándote este rollo cuando acabamos de hacerlo.
Es que corrernos, corrernos juntos, hace que sienta curiosidad sobre este
placer compartido. Porque... fue compartido, ¿no?
Al preguntar si "nuestro" placer es alguna vez "compartido",
Ehrlich exacerba la preocupación de Boon sobre "hacer de la máquina
algo extraño", y duplica el problema haciendo del cuerpo extraño
en sí una máquina. Ehrlich afirma que toda presencia es telepresencia
y teje su carta de amor combinándola con el argumento de Neuromancer
de William Gibson, y la biografía de Alan Turing, matemático
homosexual, "padre de la ciencia de la informática" que fue llevado
a juicio por su homosexualidad y recibió tratamiento a base de hormonas
"que le convirtió oficialmente en uno de nuestros primeros cyborgs"
según Ehrlich. Teniendo en cuenta que Alan Turing se suicidó
y que Gibson ni siquiera tenía un ordenador cuando escribió
Neuromancer, Ehlrich no cree conveniente poner demasiado énfasis
en la realidad, en la verdad que se esconde detrás de una acción
de tipo virtual. Ehrlich le dice a su amante: "Espero desesperadamente
que nunca me confieses la verdad. No es que me importe que seas un mecanismo
de Inteligencia Artificial. No puedo evitar querer saber. Pero prefiero
vivir en el cuerpo del texto, no en su significado".
En su ensayo "My Womb, the Mosh Pit", Sharon Lehner
vive en un cibertexto y esclarece lo que queremos decir con "interpretar
el cuerpo digital". Lehner cuenta: "Exactamente diez días después
de haberme reído con asombro de una imagen en blanco y negro y a
tiempo real de lo que parecía un bebé desnudo en una pantalla
de ultrasonido, aborté un feto de 25 cm. en compañía
de médicos totalmente desconocidos". Lehner escribe una carta de
amor dedicada a la imagen de su feto, ahora perdido en la pantalla:
"Estoy de luto, pero no sé por quién,
o incluso por qué. ¿Debe considerarse la pérdida de
un feto una muerte? y de ser así, ¿quién ha muerto?¿Cómo
puede un feto morir si no ha nacido? ¿Cuánto tiempo se debe
llevar luto por una imagen?"
Ya que el feto está dentro del cuerpo de la
madre y sólo puede ser visto por medio de ondas sonoras producidas
por la máquina, según Lehrer, en su caso "la relación
entre tecnología y biología se convierte en la relación
entre madre e hijo":
"La imagen no sustituye la presencia material
del embarazo, sino que media para interpretar y apoyar la presencia física
del no nacido. Sentí al bebé dentro de mí. Produje
leche para alimentarlo. Días después del aborto, la leche
se me salía de los pechos.
Al final de su ensayo, Lehner nos informa de que ,
tras un aborto provocado y otro accidental, se ha vuelto a quedar embarazada
(por tercera vez en tres años). Lehner, que quiere tener un bebé,
ha vuelto a la consulta del ecógrafo a pesar de sus dudas con respecto
a la vida que refleja la imagen (o quizás por esas mismas dudas):
"Sé que me va a doler pero ansío volver a buscar ese pitido..."
En una conversación privada Lehrer me dijo que es "una adicta a
la información". Comprendo lo que siente. Yo soy una adicta también.
Explicarle el tratamiento a mi madre me hacía
sentir útil. Me gustaba la erótica intelectual de los cirujanos,
los oncólogos, los epidemiólogos, los radiólogos,
los psiquiatras. Les veía a todos, todos los días. Les gustaba,
y yo a ellos no les odiaba. Con los que no tenía nada que ver era
con los asistentes sociales, los fisioterapeutas, las mal pagadas mujeres
con falsas batas de laboratorio y llenas de buenas intenciones cuyo trabajo
consistía en ayudar a los enfermos en su lucha por vivir. Mis hermanos
se encargaban de eso, y del dinero. Mi labor era la de la tecnología.
Y querer a mi madre. Los encargados de la terapia ocupacional daban continuamente
a mi madre proyectos imaginarios para mantenerla ocupada. Sinceramente,
no entiendo por qué escribir cartas de amor ante la pantalla de
un ordenador se considera más deshumanizador que la terapia de hacer
ovillos de lana. Estoy de acuerdo con Matt Ehlrich: con esta antología
de ensayos no intento dar valor a la teleconsolación, a la ciberpresencia
o, por extensión, al armario, pero las palabras de Sharon Lehrer
aún resuenan en mis oídos:
"No me malinterpretéis, no estoy diciendo
que el feto que aparece en la ecografía sea la imagen del no nacido
como el icono que utiliza la derecha. Pero no es suficiente decir "el feto
no es más que una imagen" y así librarse del problema...
Las imágenes, SON reales, en cuanto que nos hacen gozar y sufrir,
provocan la acción. Las mujeres en particular desestiman esta crucial
lección de estética poniendo en peligro su ser político
y médico."
Estemos amándolos, luchando o lamentándonos
por ellos, los cuerpos de nuestras comunidades hace tiempo que dejaron
de ser "naturales", si es que alguna vez lo fueron. Este cambio no es tan
malo como parece. En todo caso, como dice Donna Haraway, prefiero ser un
cyborg a una diosa. Cuando comencé este proyecto pensaba
que la Red sobrevivía a los virus con una resistencia mayor que
la de cualquier cuerpo humano que haya conocido. Si hubiese dado antes
con la obra de los escritores recogidos en esta antología, me hubiera
dado cuenta de que los cyborgs pueden coger el sida, de que en mi
ordenador pueden formarse cánceres, de que el encendido, la impresión
y las revoluciones rápidas son algo más que términos
sobre los que deben reflexionar las chicas con problemas que acuden a las
terapias alternativas de apoyo en grupo. Quizás no hubiera sido
más sabia, pero desde luego hubiera estado algo menos sola.
En junio estuve de espectadora en la manifestación
del Movimiento del Orgullo Gay en Nueva York. Los manifestantes llevaban
pancartas que decían: "Estamos aquí, somos maricones y tenemos
correo electrónico." Una amiga mía que no está conectada
se rió y dijo:"También lavavajillas y qué tiene eso
que ver" Lo que estaba preguntando, me da la impresión, es si las
comunidades en línea son importantes y si crean una identidad que
valga la pena tener en cuenta. Me siento afortunada porque ya conozco la
respuesta a tales preguntas, para mí es "sí". Con esto no
quiero decir, ni mucho menos, que las comunidades en línea sean
idílicas. Sin duda alguna, ECHO, el tablón de anuncios neoyorquino
en línea, es el lugar en línea en el que me siento "como
en casa". Sin embargo, puede ser difícil encontrar tu sitio en este
hogar. Por ejemplo, una vez tuve la suerte de ser la anfitriona de una
conferencia sobre los homosexuales y sus conflictos en ECHO en la que participó
un cura homosexual sin pelos en la lengua perteneciente a la Iglesia Católica.
Cuando uno de los miembros de la conferencia le pidió que escogiera
entre ser un miembro de la comunidad católica y un miembro de nuestro
espacio en línea para homosexuales (abierto a todo el mundo) el
cura respondió, como lo hubiera hecho cualquier cyborg que
se precie, que tanto su sexualidad como su fe eran situaciones, no "elecciones".
Como los escritores reunidos en esta antología,
este cura se encuentra en pleno proceso de salir del armario digital, o
al menos de salir tan afuera como es posible. Pienso que hablando con la
franqueza con que lo hizo se expuso a riesgos personales de gran envergadura.
Si el salirse del armario en línea tuvo más importancia de
la que hubiera tenido la misma conversación si la hubiera mantenido
cara a cara con su congregación, no es algo que yo pueda juzgar.
Lo que me interesa de su historia, de su actuación, es la forma
en que se formula la pregunta: ¿Importa la comunidad o el organismo
en línea? ¿Es material? ¿Es significativo? Los miembros
de ECHO expresan claramente su preocupación por estos temas, y cuando
comenté con ECHO que me interesaba recopilar una serie de diálogos
entre pensadores feministas y gente que practica la vida en línea,
se me apoyó con más entusiasmo del que jamás hubiera
soñado. Uno tras otro (escritores, artistas, diseñadores
de la web, consejeros técnicos, patrocinadores, etc.) trabajaron
gratis y se volcaron fanáticamente en el proyecto haciéndome
la pregunta que todo defensor de la comunidad espera oír: ¿Cómo
puedo ayudar?¿Cómo podemos crear algo de importancia?
Puede que esto suene algo cursi, pero recuerdo
que me temblaban las manos cuando le escribía a Stacy Horn un "yo"
(mensaje en tiempo real) en el que le preguntaba si quería coeditar
un número de Women & Performance dedicado por completo
al tema de "La sexualidad y el ciberespacio". Por alguna razón me
sentí obligada a aclararle que no íbamos a publicar cuentos
sobre hombres heterosexuales haciéndose pasar por mujeres tetudas
en los MOO, sino a hablar sobre lo que significa el término "cuerpo
digital"... con convicción. Horn, presidenta de ECHO Communications,
ha creado por su cuenta un servidor comercial con un 40% de mujeres entre
sus suscriptores, cifra récord en el sector, y es una mujer muy
ocupada. Tras esperar treinta segundos recibí la respuesta "¡Cuenta
conmigo!"8.
Ha transcurrido un año desde aquella conversación
y ahora mis dedos teclean frenéticos tratando de concebir la introducción
a este libro. Como casi todos los autores en esta antología, casi
todo el tiempo que paso en línea es tiempo muerto. Tiempo muerto,
una expresión curiosa. A veces me pregunto si no estoy conectando
con la muerte, si escribiendo siempre sobre mi dolor he convertido algo
que empezó como afición en una actividad fuera de control.
Cuando me uní a ECHO, WELL, y varios otros locales en el ciberespacio,
utilicé como código el nombre Jane Doe, el que se da a los
cadáveres sin identificar. Se me ocurrió hacerlo por una
serie de razones estúpidas; casi todas tenían que ver con
mi pasado como operadora de una línea de sexo telefónico.
Recuerdo la primera vez que alguien me envió un "yo" y me preguntó
"¡Oye! ¿Por qué usas como nombre de entrada el de una
mujer muerta?" Nunca se me había ocurrido con qué rabia estaba
interpelando a la muerte de mi madre, y hasta qué punto ponía
el alma cuando le rogaba: "Utiliza la máquina. Puede salvarte la
vida".
Para mí siempre fue muy importante la sintaxis
del subtítulo. "Sexualidad y Ciberespacio", no "en el
ciberespacio". "En el ciberespacio" suena como la expresión inglesa
"el fantasma en la máquina". Para mí, los fantasmas no están
en la máquina, los fantasmas son máquinas en sí mismos.
Aunque el cuerpo de mi madre se ha ido, su respirador artificial vive en
la habitación de hospital de otra persona, y conserva restos de
su saliva. Moriré, pero no antes de escribir lo que pienso por todo
Internet. Inscribimos nuestro ser en las máquinas, no sólo
para resistirnos a su colonización, sino para cooperar ("prometernos
mutuamente") y formar una comunidad con ellas, y unos con otros. La información
sobre el tumor cerebral de mi madre está redefiniendo la tecnología
de la resonancia magnética del Roswell Institute. Esta edición
de Women & Performance se publicará en la World Wide
Web, y estas palabras se archivarán en los sistemas informáticos
de desconocidos en todo el mundo.
A veces, en nuestro empeño por probar que
las máquinas no son fálicas, las feministas no perciben lo
frágil y sublime que puede llegar a ser la vida digital. Estaba
equivocada. Las máquinas no pueden salvar vidas. Sí pueden,
sin embargo, expandirlas, enriquecerlas, redefinirlas y ayudar a la gente
a entablar relaciones que, de otro modo, no hubieran desarrollado. Tiene
gracia, es por estas mismas razones por las que creo en el feminismo.
- - -
Notas:
Como casi todos los autores que han escrito sobre
la Red, he contado con muchos colaboradores. Quisiera agradecer el apoyo
, los consejos y el duro trabajo de Hilary Poole, Mandy Harris, Jack Taylor,
Morgan Noël, Gail Hess y Mary O'Shaughnessy, sin cuya colaboración
no hubiera podido producir este libro.
Gracias a las siguientes personas, que leyeron
los borradores de esta introducción: Jennifer Fink, C.D. Thomas,
Cathy Young, Paul Wallich, Clyde Dillard, Peter Dworkin, William Monahan,
Joe Hobaica, Leslie Sternbergh y Scraps DeSelby. También doy las
gracias a Jon McKenzie, cuyo "High Performance Panel" se celebró
en la primera conferencia anual del departamento de Performance Studies
de la Universidad de Nueva York (Primavera de 1995), evento en el que germinaron
muchas de las ideas contenidas en esta introducción. "Mi amiga Jennifer",
a la que cito a lo largo de este ensayo es mi colega de W&P, así
como mi crítico favorito, Jennifer N. Fink.
Por último, quiero dar las gracias a Stacy
Horn, Molly Ker, Robert Knuts, Paul Wallich, Mike Godwin, Jim Baumbach,
Aaron Barnhart, Steve Barber y Alan Sondheim por sus sabios consejos y
su orientación.
1. Ver el artículo de Gayatri Spivak "Women
in Difference: Mahasweta Devi's Douloti the Bountiful", donde desarrolla
un argumento mucho más detallado que el que yo expongo aquí.
2. May Joseph analiza este tema en mayor profundidad
en su ensayo "Diaspora, New Hybrid Identities, and the Performance of Citizenship."
3. Para averiguar más, ir al Cornell's
Artifical Intelligence Law Archives.
4. Con esto no quiero decir que la propia
Donna Haraway no haya estado trabajando durante los últimos diez
años, completando y complicando la tesis de su manifiesto. De hecho,
acaba de escribir la introducción del recién publicado Cyb
org Handbook. Para acceder a la página inicial de este manual,
cargar en un buscador esta dirección. Además, durante los
últimos diez años el discurso cyborg ha cambiado de
modo sustancial, como cabía esperar. Para acceder a una muestra
de lo que está pasando mediante un buscador, busca en "Border
Crossings".
5. Para acceder a una lección básica
de informática de alto rendimiento, cargar en un buscador la dirección
http://www.ccs.neu.edu/home/utopia/cshonor/index.html
Para más información sobre las aplicaciones
políticas de esta tecnología, visitar la página inicial
del National High Performance Computing Center tecleando en el buscador:
http://www.hpcc.gov/ .John C. Toole,
el actual Director del HPCC, se dirige al Senado de los Estados Unidos
en ese lugar.
6. Bibliografía complementaria: ver Julia
Epstein y Anne Fausto Sterling.
7. También existe la creencia popular (y
conveniente para la derecha) de que la Communications Decency Act (CDA)
existe para mantener Internet libre de pornografía infantil.
Pero lo cierto es que, ese tipo de material, si
existiese, ya sería ilegal según las leyes de edición
actuales. Para más información sobre la Communications Decency
Act y sobre lo que la Electronic Frontier Foundation está haciendo
a fin de salvaguardar Internet de la histeria del gobierno, buscar: http://www.eff.org
8. Treinta segundos más tarde me llegó
la segunda respuesta: "Dime: ¿Qué puedo hacer?". Esto es
lo que Stacy Horn ha hecho hasta la fecha: ha dotado a Women & Performance
con una cuenta de correo permanente y una página en línea
en la WWW para que tengamos acceso a un público más amplio.
Ha patrocinado nuestro trabajo en el área de feminismo digital,
lo que también nos permitió solicitar (con éxito)
una subvención del New York State Council for the Arts. Horn también
ha activado el interés de los medios por la política feminista
en línea a través de la serie especial de "Virtual Culture"
(patrocinada por PS 122 y el Whitney Museum of Art de Nueva York). Ha gestionado
la intervención de los miembros del equipo de Women & Performance
ante funcionarios de organismos y corporaciones como las presentes en la
conferencia de AT&T Telecommunications que se celebró en la
Universidad George Washington. En resumen, ha utilizado su conocimiento
del sector y su influencia para abrir a la crítica feminista ámbitos
que antes estaban cerrados.
Obras citadas
Austin, J.L. 1962. How to Do Things With Words.
Cambridge, MA: Harvard University Press. [Cómo hacer cosas
con palabras: palabras y acciones, Barcelona: Paidós, 1988.]
Butler, Judith. 1993. Bodies That Matter: On
the Discursive Limits of "Sex". Nueva York: Routledge.
Epstein, Julia. 1995. Altered Conditions: Disease,
Medicine, and Storytelling. Nueva York : Routledge.
-----1991. Body guards: The Cultural Politics
of Gender Ambiguity. Nueva York : Routledge.
Fausto-Sterling, Anne. 1992. Myths of Gender
: Biological Theories about Women and Men, 2nd ed. Nueva York, NY :
Basic Books.
Gibson, William. Neuromancer. Nueva York:
Berkeley. [Neuromante, Barcelona: Minotauro, 1997.]
Gray, Mentor, Figueroa, ed. 1995. The Cyborg
Handbook.Nueva York: Routledge.
Haraway, Donna. 1991. "A Manifesto for Cyborgs."
In Simians, Cyborgs, and Women : the Reinvention of Nature Nueva
York : Routledge. Trad. cast.: "Manifiesto para cyborgs", en Ciencia, cyborgs
y mujeres: La resurección de la naturaleza, Cátedra, Madrid,
1995
Joseph, May. 1995. "Diaspora, New Hybrid Identities,
and the Performance of Citizenship."Women & Performance, V.7,
no 2. 3-14.
Senft, Theresa. 1995. "Writing Independence: Gayatri
Spivak and the Dark Continent of L'ecriture Feminine", Women & Performance
, V.7, no 2. 275-286.
Spivak, Gayatri. 1992. "Women in Difference: Mahasweta
Devi's Douloti the Bountiful," Nationalisms and Sexualities, ed. Andre
Parker et al, 96-116. Londres: Routledge.
---
Theresa M. Senft está preparando
su doctorado en el departamento de Performance Studies de la New York University.
El título de su tesina, de próxima aparición, es:
Feminetiquette: Feminism, Performance, and the Internet.
---
[Traducción: Carolina Díaz]
[Edición: Ana Martínez-Collado] |