[Performer vestida con uniforme de criada y delantal,
sentada en una consola de ordenador escribiendo estas palabras:]
Esta es una historia acerca de manos invisibles.
Este es una historia acerca del trabajo sin fin.
Esta es una historia acerca del trabajo de las
mujeres por el mantenimiento y la supervivencia.
Esta es una historia acerca de trabajo del cuerpo
de la mujer en la invisible economía femenina de producción
y reproducción.
Esta es una historia acerca de la repetición,
el aburrimiento, lo exhausto, la coacción, el derrumbe.
Esta es una historia acerca de lo pesado, de la
repetición, la tensión de las labores manuales a la velocidad
de las máquinas electrónicas.
[Durante la narración el siguiente bucle
se proyecta en pantalla de vídeo:]
limpiar, lavar, quitar el polvo, escurrir, planchar,
barrer, cocinar, comprar, telefonear, dar vueltas (coche), limpiar, planchar,
entrar, amasar, dar vueltas (coche), tirar, limpiar, purgar, lavar, empalmar,
montar, comprar, plegar, telefonear, archivar, seleccionar, copiar, cursar,
cortar, barrer, pegar, insertar, formatear, planchar, programar, mecanografiar,
ensamblar, cocinar, e-mail, fax, gritar, buscar, clasificar, mecanografiar,
clickar, quitar el polvo, limpiar, etc.”.
Faith Wilding, “Duration Performance: The Economy
Of Feminized Maintenance Work” 1
El cyberfeminismo, entendido como una práctica
postfeminista en la red, es un complejo territorio tecnológico,
y también político. El mundo tecnológico, en principio,
siempre ha sido un dominio tradicionalmente masculino. A partir del dualismo
clásico en el que está fundamentado el pensamiento y la construcción
social occidental: la idea de mujer esta asociada al instinto, a la naturaleza,
y por lo tanto a los mundos privados de vida; mientras que la del hombre
a la inteligencia, la cultura, y por lo tanto a lo público.
Resignación. Aprender a callar. Ser las
poseedoras de la virtud del silencio, de la discreción, del saber
escuchar, comprender y, apoyar. ¿Pero, y nuestras palabras? Lo público
no nos ha pertenecido. La lógica de nuestra naturaleza nos obligaba
a lo privado, a la tierra, al hogar.
Sin embargo, desde que en el siglo XIX la mujer
ha ido incorporándose paulatinamente al mundo laboral, al universo
económico, esta dualidad se ha tornado más conflictiva, más
ambivalente y ambigua -como ha sucedido también en otros ámbitos
de desarrollo político, cultural y social.
La conquista de la palabra, y su puesta en circulación
en lo público, ha sido un objetivo fundamental en los programas
feministas desde su comienzo. Incluso su aprendizaje ha necesitado de un
largo trayecto. Y aún más, de una transformación más
profunda, que tiene que ver con lo más íntimo, con la herencia,
con la educación, con la construcción interna de nuestro
propio personaje, que nos habla de una lucha, de una batalla por tomar
la palabra. Una palabra que no nos pertenece como género,
sino que comienza a surgir después de haber llegado a descubrir,
como lo ha hecho la misma época, que no existe una identidad esencial
detrás de cada discurso.
“¿Por qué era un sexo tan próspero
y el otro tan pobre? ¿Por qué son pobres las mujeres? ¿Quién
podrá afirmar que “la novela” no tiene la configuración adecuada
para que la use la mujer?”, se preguntaba Virginia Woolf en Una habitación
propia (1929) refiriéndose a la difícil relación entre
creatividad y mujer. Sin acceso a la vida pública, las mujeres estaban
sometidas a una doble prohibición: ni derecho al trabajo, ni derecho
a la palabra. ¿Cómo alcanzar la posibilidad de crear sin
la autonomía que proporciona la independencia económica,
el derecho a la propiedad? ¿Y cómo tener una economía
propia viviendo excluidas de la esfera laboral?
El feminismo ha demostrado que la conquista del
trabajo asalariado ha desestabilizado profundamente los mitos de la feminidad
y los fundamentos del patriarcado, permitiendo a las mujeres considerarse
sujetos sociales productores, por lo tanto independientes, y por lo tanto
creadores. Ésta, sin embargo, ha sido una lucha política
llena de obstáculos, una lucha paso a paso desde los escalones más
bajos de la productividad, sometida a las vicisitudes de las épocas
de crisis económicas. Todo feminismo desarrolla así una vertiente
política imprescindible. Incluso aquellos feminismos que no se plantean
un activismo directo, al llevar adelante sus propias estrategias,
inciden en esa alteración general de los valores que sostienen de
forma ancestral las relaciones de dominio.
El cyberfeminismo también se está
desarrollando con las mismas aspiraciones: el esfuerzo por la palabra pública
y su circulación -la importancia de establecer una red de comunicación
entre las mujeres. El medio favorece la incorporación del discurso
feminista. Es un sistema de comunicación alternativo, en cierta
forma contracultural, que permite los discursos no institucionales. Es
un sistema en el que aparentemente se hace posible una disolución
de los roles asignados a los géneros, a las identidades. El cyberfeminismo
ha sido saludado con optimismo por las mujeres, y se ha convertido en un
territorio de desarrollo cultural y social, en un espacio público
de manifestación.
Pero las cosas no están tan claras. Y en
este sentido, la performance de Faith Wilding, “Duration Performance: The
Economy Of Feminized Maintenance Work”, pone el dedo en la llaga,
al señalar con ironía pero con absoluta verosimilitud cuál
es el impacto real del trabajo en la red para las mujeres - “ensamblar,
cocinar, e-mail, fax, gritar, buscar, clasificar, mecanografiar, clickar,
quitar el polvo, limpiar, etc.”-.
Recientemente, el cyberfeminismo está clarificando
en qué consisten las relaciones corrientes de las mujeres con la
Information Technology, al igual que critica las estructuras de género
en la cultura electrónica. Las mujeres desde su incorporación
al trabajo están acostumbradas al empleo de tecnologías electrónicas,
dada la distribución de puestos de trabajo atendiendo al género
-las mujeres han desempeñado la mayoría del trabajo de oficina
utilizando máquinas de escribir, faxes, ordenadores, y teléfonos.
Pero de nuevo, insisto, trabajos de segunda categoría.
Como si fuera un círculo vicioso del cual
resulta imposible salir, la relación de la mujer con la tecnología
se complica, además, porque al producirse una mayor tecnologización
de las empresas se produce inevitablemente una pérdida de empleo
femenino. Y esto contribuye en buena medida a la desaparición, una
vez más, de las mujeres de la vida pública. Hoy en día,
muchas mujeres buscan trabajo remunerado para realizar en la esfera privada
del teletrabajo.
Faith Wilding y otras postefeministas, artistas
y teóricas, se han dado cuenta de las complicadas y sutiles redes
que como una tela de araña dificultan y envuelven, manteniéndolo
oculto, el desarrollo de la mujer en la vida pública.
"El Cyberfeminismo -escriben Faith Wilding y Critical
Art Ensamble- es una promesa de la nueva ola de pensamiento y práctica
postfeminista. A través del trabajo de numerosas mujeres Netactive,
hay ahora una presencia Cyberfeminista distinta en la red que es fresca,
desvergonzada, ingeniosa, e iconoclasta frente a muchos de los principios
del feminismo clásico".2
Pero hay que estar alerta. El cyberfeminismo
es, sin duda, una esperanza en la construcción de un orden nuevo
-cuestiona género e identidades. Para la humanidad, la construcción
de un cyborg como proponía Donna Haraway es uno de los mayores retos
. La red es un medio público que se ha caracterizado hasta ahora
por ser abierto a la pluralidad de los discursos, a la multiplicidad. Pero
el mundo tecnológico, un mundo no ajeno a los otros mundos, padece
y sufre las vicisitudes políticas y sociales. Por esta razón
el cyberfeminismo también debe ser un campo abierto para el activismo
y la política.
Hagamos pública (la) palabra.
Notas
1. “Duration Performance: The Economy Of Feminized
Maintenance Work”, trad. cast. en “estudios online
sobre arte y mujer”.
2. Faith Wilding y Critical Art Ensemble: “ Notas
sobre la condición política del Cyberfeminismo” . trad.
cast. en “estudios online sobre arte y mujer”.
3. Donna Haraway (1984), “Manifiesto para Cyborgs”,
en Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza (1991),
Cátedra, Madrid, 1995. |