El error que se comete habitualmente al leer las fórmulas
de sexuación de Lacan es el de reducir las diferencias entre el
lado femenino y el masculino a las dos fórmulas que definen la postura
masculina, como si lo masculino abarcase la función fálica
universal y lo femenino fuese la excepción, el exceso, el superávit
que está más allá del alcance de la función
fálica. Una lectura de este tipo pasa por alto totalmente lo que
Lacan quiere decir, que es que esta situación de la Mujer como excepción
"por ejemplo, en el papel de Dama en el amor cortés" -es la fantasía
masculina por excelencia. Como caso ejemplar de la excepción que
constituye la función fálica se suele citar la figura fantasmagórica
y obscena del padre jouisseur primordial, que, libre de toda prohibición,
tenía la libertad de gozar de todas las mujeres. Sin embargo, ¿no
coinciden plenamente las características de la figura de la Dama
del amor cortés con las del padre primordial? ¿No es también
un Ama caprichosa que lo desea todo y que, al estar más allá
de toda ley, puede someter a su chevalier servant a las más
arbitrarias y absurdas pruebas?
Es en este sentido precisamente en el que Mujer
es uno de los nombres del padre. Los detalles cruciales que no se deben
escapar son el uso de plural y de minúsculas: no hablamos del Nombre
del Padre sino de uno de los nombres del padre, una de las formas de referirse
a ese exceso llamado padre primordial. En el caso de la Mujer -la Mujer
mítica, la Reina del título de la novela de Rider Haggard,
por ejemplo- al igual que en el caso del padre primordial, estamos hablando
de un agente pre-simbólico de poder, ajeno a la Ley de la castración.
En ambos casos, el papel de este agente fantasmagórico es el de
cerrar el círculo vicioso del orden simbólico, llenar el
vacío de sus orígenes: lo que la idea de Mujer (o de padre
primordial) proporciona es la base mítica de la plenitud sin restricciones
cuya "represión primordial" da lugar al orden simbólico.
Otro error en la lectura de Lacan se produce cuando
se interpretan de modo obtuso las incisivas fórmulas de sexuación,
y se introduce una distinción semántica entre dos significados
del cuantificador "todo". De acuerdo con esta interpretación errónea,
en el caso de la función universal, todo (o "no todo") se refiere
a un único sujeto (x), e indica si "todo ello" está atrapado
en la función fálica; por el contrario, la excepción
particular "hay uno que..." hace referencia a un grupo de sujetos y señala
si dentro de este grupo "hay uno que" está (o no está) totalmente
exento de la función fálica. Según este modelo, el
lado femenino de las fórmulas de sexuación evidenciaría
la existencia de un corte que divide a la mujer desde dentro: ninguna mujer
está completamente exenta de la función fálica, y
por eso mismo, ninguna mujer está completamete sometida a esta función.
Es decir, hay algo dentro de toda mujer que se rebela contra la función
fálica. De modo paralelo, en el lado masculino, la universalidad
que se proclama hace referencia a un único sujeto (todo sujeto masculino
está totalmente sometido a la función fálica) y a
la exención del grupo de sujetos masculinos ("hay uno" completamente
libre de ella). Resumiendo, al haber un hombre completamente exento de
la función fálica, todos los demás están completamente
sometidos a ella, y al no estar ninguna mujer totalmente libre de ella,
ninguna de ellas está totalmente sometida a ella. En un caso la
división se exterioriza y representa la línea de separación
que, dentro del grupo formado por "todos los hombres", crea una distinción
entre los que están atrapados en la función fálica
y "el" que está exento de ella. En el otro caso, la división
se interioriza y cada mujer se divide por dentro: parte de ella está
sometida a la función fálica y la otra queda exenta...
[Traducción: Carolina Díaz]
[Edición: Ana Martínez-Collado] |