|
CONTRAPOSICIONES
La comisaria y crítica de arte Alicia Murría abría
las I Jornadas de Arte y Mujer en la Universidad Autónoma
de Madrid, celebradas el 25 y 26 de abril de 2000, invitando
al centenar de estudiantes de arte y filosofía que llenaban
la sala (en su mayoría mujeres) a que alzaran la mano
aquellos que se consideraran feministas. Sólo nueve,
contando con los organizadores, lo hicieron. De este modo la
ponente quería iniciar el debate haciendo manifiesto
el carácter problemático que hoy en día
-como tal vez lo tuvo siempre - tiene el calificativo "feminista",
incluso en un ambiente tan tradicionalmente contestatario como
es el estudiantil y en una universidad joven, con apenas más
de treinta años de existencia que, a la sazón,
cuenta con el más antiguo Instituto de Estudios Universitarios
sobre la Mujer. Dejando de lado el análisis de las causas
que han hecho el feminismo tan poco atractivo para la mayoría,
los dos días de intensos debates que siguieron, bajo
el título "Contraposiciones: mujeres en el arte
actual", demostraron hasta qué punto el feminismo
puede aún tomarse como marco plausible para la práctica
y la reflexión artísticas. Ello abría la
cuestión más amplia acerca de si el arte puede
o debe implicarse en un debate crítico de las políticas
de la representación.
Aunque "Contraposiciones" pretendía, como el
propio término indica, dar cabida a las posiciones diferenciadas
que las mujeres adoptan en el mundo del arte actual, el feminismo
se fue convirtiendo, pese al desapego inicial manifestado por
el público, en uno de los ejes principales del debate.
A pesar del espejismo mediático creado últimamente
alrededor del arte de mujeres, las catas realizadas y presentadas
durante estas jornadas sobre la presencia de las mujeres en
nuestro circuíto expositivo inmediato (por ejemplo, las
galerías madrileñas dedicadas a arte contemporáneo
en el mes de abril) daban una proporción de una a cinco
respecto a los hombres, haciéndose patente que el estado
de desigualdad denunciado tradicionalmente por el feminisno
no está en absoluto ausente del mundo del arte, y que
la batalla está lejos de estar ganada. Como afirmara
otra de las ponentes, la artista y profesora Carmen Navarrete,
en la actualidad el apelativo feminismo no designa una corriente
a la vez política y de pensamiento homogénea ni
excluyente. Ni el feminismo liberal, ni el marxista, ni el feminismo
de la diferencia, ni las diversas variantes del llamado post-feminismo,
pueden arrogarse hoy en día la exclusividad del título.
Todos ellos forman parte de un movimiento único que,
si bien es plural, polémico y en constante evolución
en su interior, está unido en la lucha por la liberación
de las mujeres y la denuncia del sistema patriarcal. Sucesivas
intervenciones iban a dar cuenta de la riqueza de dicho panorama
y del modo en que tales discursos intersectan la práctica
artística actual en nuestro país.
Agrupadas en cuatro sesiones: "Visibilidad, mujeres y escena
artística", "¿Arte de mujeres?",
"Feminismos", "Nuevos espacios. Utopías
y guetos", una de las cuestiones que se puso en evidencia
desde un principio es el carácter inseparable de teoría
y práctica, como apuntara ya hace unos años Craig
Owens al identificar el arte feminista como posmodernismo de
resistencia. La práctica artística como lugar
en el que confluyen la reflexión teórica junto
al posicionamiento político fue analizada por Alicia
Murría, desde una perspectiva histórica e internacional,
y por Isabel Tejeda que, desde la experiencia española,
habló de las principales exposiciones que han ido confeccionando
una tradición en nuestro país, a partir de la
histórica "100%" comisariada por de Mar Villaespesa,
y los problemas añadidos cuando esto se hizo desde la
periferia, como en su comisariado de "Territorios indefinidos",
intentando salvar la mera celebración nominal del 8 de
marzo para proponer nociones articuladoras del trabajo de muchas
artistas mujeres en España durante los años noventa,
como el problema de la identidad.
Sin embargo, durante esta década en nuestro país
han surgido otras posiciones en las que no sólo "lo
personal es político", sino donde decididamente
su proyección pública y social es indisociable
de la teoría y práctica artísticas. La
deconstrucción textual junto a la intervención
en los espacios del arte y de la ciudad vienen marcando la trayectoria
teórica y plástica de Carmen Navarrete, revelando
los problemas epistemológicos de la construcción
histórica de las imágenes cuya revisión
es inherente a los siempre renovados discursos de dominación.
Azucena Vieites, que también nos mostró sus frágiles
dibujos surgidos de una poética intimista que juega con
la apropiación de las imágenes de los media, fue
portadora del testigo de las múltiples actividades interdisciplinares
del grupo erreakzioa-reacción, creado a partir de la
constatación de la inexistencia de un colectivo artístico
feminista en España.
De la militancia a la negación de un compromiso que,
según otras críticas y artistas, habría
consumido ya demasiadas energías de la creatividad artística
de las mujeres, al cabo, conquistada y disfrutada ya en el siglo
XX. La comisaria Oliva María Rubio, actualmente directora
de PhotoEspaña, y la artista Victoria Encinas, contestaron
con un "no" rotundo a la pregunta sobre la existencia
de un "arte de mujeres" más allá de
la reivindicación política feminista ineludible
para la mujer en el mundo contemporáneo. Pero sin que
la naturaleza femenina pueda o deba determinar una plástica
distintiva, al margen del movimiento artístico producido
en las últimas décadas, sobre el que proyectaron,
con sus intervenciones, luces y sombras. A través de
los autorretratos de la fotógrafa Claude Cahun durante
las primeras décadas del siglo XX, Oliva María
Rubio planteó el vanguardismo anticipatorio de Cahun
en su travestismo de la representación de los géneros
frente a las estrategias simplificadoras de trabajos etiquetados
recientes, como el de Sarah Lucas. Por su parte, Victoria Encinas,
con la ponencia "Lo 'mujeril', lo 'feminudo' y una tercera
vía", antes de mostrarnos su propia opción
(el andrógino hipersexualizado), desplegó un abanico
irónico sobre las actitudes victimistas, exhibicionistas
o autocastradoras que a veces subyacen y pueden empobrecer una
obra bajo la adscripción férrea a una poética
sexista, tanto más cuando en la actualidad se da, de
hecho, una utilización demagógica del "arte
de mujeres" desde algunas de las administraciones.
El papel protagonista de las mujeres en la exploración
de posiciones creativas radicales y en la definición
de campos de acción artística totalmente nuevos
vinieron expuestos en las intervenciones de las artistas Ana
Cabello y Helena Carceller y en la de la crítica y profesora
de estética Ana Martínez Collado. Las primeras
proponían, mediante la exposición de su obra,
una estrategia que eludiera el paradigma patriarcal del genio
creador, la celebración de la subjetividad individual
y la concepción de la estética como conciliación
fantasmática de las contradicciones. La divergencia,
el conflicto, la duplicidad y la imposible reductibilidad a
un sentido único funcionan en sus obras como un revulsivo
contra los lugares comunes del arte contemporáneo.
El nuevo territorio que nos vino a describir Ana Martínez-Collado,
el que reivindica el movimiento ciberfeminista, se enfrenta
igualmente a los territorios marcados por la sociedad patriarcal
en general y por la práctica artística en particular.
La indiferenciación entre sujeto y máquina en
el cíborg, la defensa de un espacio matricial, rizomático
y ajerárquico poblado de simulacros carentes de original,
tal como como concibe la red el ciberfeminismo, se ha convertido
en el último baluarte de la imaginación política
y artística del feminismo. Haraway, Deleuze e Irigaray
se alían en el pensamiento y las obras de unas mujeres
que ven en el ciberespacio un entorno apropiado para deshacerse
definitivamente de los moldes opresivos tradicionales. Sin embargo,
las contradicciones que supone el abandono del mundo "real"
como ámbito de lucha y la ceguera voluntaria ante las
connotaciones ideológicas de la tecnología hacen
del ciberfeminismo un movimiento de grandes claroscuros, cuando
no francamente apocalíptico y nihilista.
|